Hace justo veinte años nació en mí la vocación de convertirme en abogado penalista. La profesión reunía todas las condiciones que, a mi parecer, la hacían ideal para mi perfil idealista: la liza por los derechos fundamentales, el ejercicio de la acusación y defensa en juicio, la asistencia letrada al detenido, la negociación con los operadores jurídicos, etc. Quería ser tal y como Daniel Kaffee en “A Few Good Men” (“¿Ordenó usted el código rojo?”).
Y el sueño se cumplió, y tuve el maravilloso honor de vestir la toga y representar los intereses de mis patrocinados ante juzgados y tribunales. Esta fue, sin duda, una de las épocas más intensas y satisfactorias de mi vida, y la recuerdo con mucho cariño. Sin embargo, justo cuando empezaba a disfrutar de las virtudes este noble cometido, una extraña figura emergió de mi Código Penal, cruzándose abruptamente en mi camino: el compliance officer.
Comencé entonces a indagar en las singularidades de este nuevo oficio, descubriendo el apasionante mundo del compliance, lleno de retos y oportunidades. Si bien, al principio, muchos autores insistían en calificar el ejercicio de la función de compliance como “solo para valientes”, este hecho no me hizo retroceder en absoluto. Al contrario, me dio el impulso necesario para emprender el viaje hacia mi actual posición como compliance officer.
Desde entonces, muchos jóvenes indecisos me preguntan por los entresijos de este trabajo, y yo siempre les respondo con buenas razones para que se atrevan a emprender la misma senda. Estas son las diez principales:
- Liderar el cambio cultural en la organización.
Es, sin lugar a dudas, la razón que más me motiva a ejercer cada día mi profesión. Incorporarse a una compañía, analizar su situación de partida y darle un giro de 360 grados a su cultura corporativa es una tarea inmensamente gratificante, a la vez que ardua.
El principal escollo lo encontramos en la resistencia al cambio por parte de algunos miembros de la organización, que siguen anclados en modelos tradicionales de hacer las cosas, y son incapaces de adaptarse a los nuevos escenarios de ética y cumplimiento.
Ahí es donde entra en juego la capacidad de liderazgo del compliance officer, que deberá demostrar con su ejemplo, dedicación y compromiso el sentido de esas profundas transformaciones.
- Cada día, una nueva aventura.
Desde que soy compliance officer, no he tenido dos días iguales. Ni siquiera parecidos. Por la mañana puedes estar redactando una política de alto nivel, a mediodía formando a la plantilla en distintas materias de cumplimiento, y por la tarde llevando a cabo una investigación interna.
Eso es precisamente lo que hace tan interesante este oficio, si bien se requiere una gran capacidad de adaptación y multitarea, una buena organización y una adecuada gestión emocional, especialmente en situaciones críticas.
- Trabajo “antimecánico”, creatividad al poder.
Relacionado con el punto anterior, se encuentra el hecho de que el rol de compliance está bastante alejado de lo que sería un trabajo mecánico al uso. Todo lo contrario. El desempeño de la función de compliance te obliga a desarrollar tu creatividad al máximo, especialmente cuando se trata de redactar políticas, preparar formaciones y diseñar controles.
En todo caso, sí que es cierto que, cuando las funciones están muy centradas en un área específica, como por ejemplo prevención del blanqueo de capitales, sí que pueden apreciarse rutinas más repetitivas y un cierto sentimiento de monotonía.
- Rol basado en principios.
Para las personas que tenemos un marcado carácter idealista, los cometidos de ética y cumplimiento normativo inherentes al compliance nos proporcionan un gran sentimiento de autorrealización.
El compliance officer debe ser el modelo en el que se fije todo el personal de la organización, en aras de determinar su forma de actuar en el ámbito profesional. De ahí la importancia de que esta figura se encuentre fielmente alineada con los principios y valores de la compañía, siempre que estos se adecúen a los estándares éticos generalmente aceptados.
- Contribución y satisfacción.
El desempeño adecuado de las funciones de compliance se traduce en resultados visibles y trascendentes, tanto para la organización como para la propia sociedad.
La redacción de un código ético que vertebre la cultura de ética y cumplimiento de la compañía, la gestión adecuada de las comunicaciones recibidas a través del canal de denuncias, o el diseño apropiado de controles para hacer frente a los riesgos de cumplimiento, son solo algunos ejemplos de contribución visible, traduciéndose en satisfacción para su responsable.
- Formación integral y aprendizaje continuo.
El compliance officer no solo tiene la responsabilidad de mantener sus conocimientos profesionales actualizados. Debe, además, conocer íntegramente su organización y el sector en el que opera, más incluso que los propios empleados. También es importante que adquiera habilidades sociales que le permitan interrelacionarse adecuadamente con cualquiera de los stakeholders en el desarrollo de sus cometidos del día a día.
Estas exigencias se traducen en un crecimiento profesional elevado, convirtiéndolo en una persona competente, capacitada y resolutiva para afrontar los retos que se le presenten.
- Respeto y admiración.
Si los objetivos de compliance son transmitidos adecuadamente al personal de la organización, y estos adquieren consistencia en torno a la figura del compliance officer, los responsables de compliance disfrutarán de un amplio respeto y admiración entre los empleados.
Sin perjuicio de lo anterior, no hay que olvidar que esa buena reputación hay que mantenerla en el tiempo, haciendo gala de dos principios íntimamente relacionados: liderazgo y ejemplo.
- Relaciones multidireccionales.
El compliance officer es, quizás, el profesional que más conexiones interpersonales ha de establecer con los distintos departamentos y categorías de empleados de la organización. En el ámbito de las PYMES puede llegar incluso a ser el nexo de unión entre los administradores, la dirección y el resto del personal, resultando un canal ideal para el éxito del “tone from the top” y la transmisión de los principios, valores y cultura de la compañía.
A nivel externo, interviene en actividades tan importantes como los procedimientos de diligencia debida con socios de negocios, la relación con organismos públicos y autoridades, o la gestión de la reputación corporativa.
- Una gran comunidad.
A lo largo de estos últimos años, ha florecido en España una gran comunidad de expertos en Compliance, formada en su mayoría por abogados, consultores y oficiales de cumplimiento. La comunidad aporta un valor esencial a la profesión, fomentando su reconocimiento a través de congresos, asociaciones, seminarios y publicaciones.
En mi caso particular, pertenecer a una asociación como ASCOM me ha permitido hallar un punto de encuentro donde conocer compañeros y compañeras que comparten mis mismas inquietudes, dándome la oportunidad de formarme con garantías y participar en el progreso de la función de compliance.
- Crecimiento personal.
Las nueve razones anteriores convergen en un punto en común: el crecimiento personal. El ejercicio del rol de compliance officer te permite adquirir las habilidades necesarias para liderar el cambio en el mundo actual, por encima, incluso, del ámbito de tu propia organización.
Compliance no es una profesión; es un estilo de vida.
Rafael Tardío Álvarez
Compliance Officer de mdtel – Socio de ASCOM