Marta Forero, Consultora de comunicación de Band 1
Si hiciéramos un análisis de los principales temas que se han tratado en los foros, estudios y conferencias internacionales de los últimos 12 meses, encontraríamos tres grandes retos estratégicos a los que deberán hacer frente las empresas: la dificultad de definir y activar el propósito, combinar la implementación de estrategias ESG con el desarrollo del negocio y la ciberseguridad y protección de datos.
En el mundo actual, la digitalización ya no se muestra como una opción y las expectativas sobre el impacto social y medioambiental de las grandes, medianas y pequeñas compañías son cada vez más elevadas. El regulador es cada vez más exigente y las empresas deben responder desde su savoir faire a las normas de este juego que hay quienes bautizan como ‘capitalismo de los stakeholders’.
A principios de octubre tuvo lugar el 2021 IFCA International Compliance Congress y expertos de todo el mundo pusieron sobre la mesa una tendencia imparable que parece arrojar algo de luz sobre los principales desafíos de este entorno gobernado por la incertidumbre: la incorporación de las funciones del compliance officer a la organización.
El compliance officer: un chef de la ética de las organizaciones
Hay quienes piensan que el compliance es sinónimo de transparencia y buen gobierno, y no van mal encaminados, desde luego. No obstante, reducir las funciones del compliance estrictamente a eso sería como decir que un chef es alguien que se dedica a hacer purés. Obviamente un chef de alta cocina prepara purés exquisitos, sí. Y pasteles. Y guisos, y pastas, y pescados. Pero también entiende la química de los alimentos y los sabe combinar para crear una auténtica explosión en el paladar o, por el contrario, no los mezcla para evitar sabores desagradables o planos.
Los compliance officers son los chefs de la ética en las organizaciones. No solo están al frente de todo lo relacionado con el reporting, el governance o la transparencia, sino que, además, son unos auténticos exploradores del entorno y la compañía. Son capaces de extraer los grandes riesgos, tanto internos como externos, que podrían afectar a la organización en un futuro. Son quienes salvaguardan la cultura corporativa o quienes alertan del peligro derivado de una operación.
La profesión de compliance officer es relativamente reciente. Surgió tras el escándalo del Caso Watergate, cuando se hizo necesario lo que parecía evidente: contar con una figura dentro de la empresa que asegurara que las normas se estaban cumpliendo. Con el paso de los años, y especialmente tras la crisis del 2008, fue cobrando cada vez más importancia, era necesario que las empresas comenzaran a jugar otro rol diferente en un nuevo capitalismo y alguien debía asegurarse que así fuera.
En el Congreso de IFCA, expertos en compliance de los cinco continentes conversaron durante cinco días sobre los desafíos del compliance y el futuro rol del compliance officer. En esa intensa semana en la que viajamos por todo el mundo desde nuestras pantallas, quedó claro que la profesión ha ido evolucionando hasta transformarse en una área que combina el saber ético con un profundo conocimiento de la legislación y una mirada completamente multidisciplinar.
El compliance como llave para hacer frente a los desafíos presentes y futuros
En 2015, Volkswagen se vio obligada a reconocer que había introducido un software que falseaba los resultados de las pruebas de emisión contaminantes en sus motores diésel. Esto derivó en una profunda crisis reputacional que cuestionó ocho décadas de innovación y desarrollo, y puso en juego decenas de miles de empleos. En otros lugares del mundo, el Caso Odebrecht salpicó a centenares de empresas del norte al sur de América Latina, o la gran cadena de pizzas Papa John’s fue acusada de racismo tras las protestas realizadas por algunos jugadores de la NFL, liga de la que era patrocinadora.
Ejemplos como estos ponen sobre la mesa la importancia de contar con un equipo encargado de hacer que las cosas se hagan bien y de cumplir con las expectativas del entorno. Lo que parece a priori una inversión residual, se convierte en un importante ahorro con el aval del tiempo.
La multiplicidad de factores que gobiernan el entorno generan a su vez un ecosistema colmado de riesgos reputacionales. Los procesos de digitalización pueden comprometer la seguridad de las empresas o filtraciones de datos confidenciales y personales de los clientes; la adopción de estrategias ESG corre el riesgo de quedarse sobre el papel y de no tener un verdadero impacto social…
Los stakeholders cada vez son más exigentes y esperan más de las compañías. Es por esto que el compliance es cada vez más una herramienta estratégica en el cumplimiento del propósito de la compañía, en su adopción en el seno de la cultura corporativa, más allá de seguir lo establecido por el regulador.
La confianza cada día es más frágil y por eso cumplir con el entorno es más importante que nunca. Un reto muy complejo en el que sin duda el compliance jugará un papel fundamental.