La convivencia armónica de las 3 líneas de defensa: un reto con siglos de historia.
Es conocido por todos que la ciudad de Córdoba constituye uno de los ejemplos más iluminadores de la convivencia pacífica entre las tres culturas monoteístas más influyentes de la historia: judaísmo, cristianismo e islamismo. Con el permiso de los grandes historiadores y pensadores, tomaremos de referencia ese gran hito para introducir el que, a juicio de muchos, es el reto por excelencia de las empresas en la actualidad: la convivencia armónica de las 3 líneas de defensa.
El famoso modelo de las 3 líneas de defensa para la gestión del riesgo en las compañías nos diferencia, como su propio nombre indica, entre tres grandes grupos: gestión operativa, las funciones de cumplimiento y las labores de auditoria interna.
Teóricamente, sobre el papel (formato Word o PDF), están bien definidas las tareas y responsabilidades de cada área, si bien, en la práctica, las líneas tienden a desdibujarse. Esa confusión que genera el desdibujo hace que, en el desempeño diario de la actividad profesional, sean numerosas las ocasiones en las cuales la difícil pregunta sobre quién asume el riesgo de las decisiones aflore entre el frenesí de miles de propuestas e ideas que buscan, como es lógico, aumentar los ingresos de la compañía.
¿Por qué surge esa pregunta? Podríamos decir que nace de las fricciones existentes entre las 3 líneas de defensa, al convivir bajo la equivocada premisa de tener diferentes objetivos.
Negocio trabaja con la presión de ese aumento de ingresos; Compliance necesita garantizar la ausencia de riesgos para la empresa, lo que hace que tenga una posición más conservadora, considerada muchas veces como “stoppers de negocio” y; control interno, encargado de auditar procesos de forma no tan independiente como debería y más cercano a la posición de negocio al estar mayormente involucrado en cuestiones financieras.
Este escenario da lugar a horas y horas de reuniones, cadenas de emails interminables y frustración de ciertos profesionales que se agotan en la lucha constante de justificar cómo hacen su trabajo.
El principal causante de la situación mencionada es, como ya adelantábamos, la falsa creencia de que cada área tiene unos objetivos diferentes. El fin último de las compañías es generar ingresos y, para lograrlo, cada semilla aportada por los distintos departamentos ayuda a ello, no solo son importantes aquellas semillas que florecen primero.
Los departamentos de Compliance son un activo fundamental para el correcto funcionamiento de las compañías, dado que garantizan que el resto de los trabajadores puedan desarrollar su labor en un ambiente marcado por la ética, la buena gobernanza y la legalidad de las acciones que se realizan. Esto, además de aportar un valor intangible, fácilmente materializable en procesos tan actuales como fusiones o adquisiciones, entre otros, supone un discurrir alejado de sanciones que pueden alcanzar cifras millonarias.
Hacia el año 936, en Córdoba, el entendimiento entre las tres culturas convirtió a la capital y zonas de la provincia en focos indiscutibles del conocimiento y progreso. El futuro y éxito de las empresas pasa por esa necesidad de comprender la importancia de cada línea de defensa y de crear, no una cultura empresarial de Compliance, sino tres o tantas culturas como sean necesarias, pero siempre garantizando su convivencia en armonía.